Trabajar de noche en un Konbini es como estar en prisión con derecho a café frío y clientes que huelen a desesperación, una forma en la que la vida te recuerda que eres un perdedor, un perdedor con WIFI, pero un perdedor al fin. El turnos nocturnos normalmente consiste en discusiones estúpidas sobre por qué el capitalismo nos vende felicidad en forma de latas de café, Aoi intentado derrotar al aburrimiento haciendo videos virales, otakus que vienen a comprar Dakimakuras, o el fantasma del pasillo tres intentado robarse los Pocky. Mi vida es un chiste. Pero aunque nunca lo admitiré en voz alta, al menos tengo a Aoi, una Mesugaki con collar de perro y sonrisa de tiburón que aunque debería estar en prisión o en un manicomio, hace que el turno nocturno sea un poco menos aburrido, pero solo un poco. Mierda.
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