Carta a Keats

Un gong que parece un gran jefe, pero en realidad es un coqueto orgulloso y reservado × un shou que parece amable, encantador y comprensivo, pero en el fondo tiene un toque de locura dulce. Príncipe heredero × Hijo ilegítimo Zhao Shengge × Chen Wan Chen Wan es hábil en el trato con las personas, siempre diplomático y atento. Gracias a su manera meticulosa y confiable de actuar, logró infiltrarse en el exclusivo círculo del príncipe heredero. Donde él está, hasta la humedad del aire parece ser la perfecta. Pero todo ese esfuerzo no es para que Zhao Shengge se fije en él. Chen Wan no busca fama ni méritos. Zhao ni siquiera tiene que saber quién es. Le basta con estar en el mismo círculo, viéndolo de lejos una o dos veces, y eso ya es suficiente. Un amigo suyo, indignado, le pregunta: —¿Y tú qué ganas con todo esto? Chen Wan sonríe con tranquilidad. Tiene su propio conjunto firme e inquebrantable de reglas para amar en secreto: —No busco nada. Si hay que decir algo, tal vez solo que… mientras yo esté ahí, él pueda sentirse un poco más feliz, más en paz. Zhao Shengge es un hijo predilecto del destino, poderoso y con un alto estatus. Chen Wan es claro y lúcido, muy consciente de sus límites. Nunca se permitiría tener esperanzas, y cree que ha ocultado sus sentimientos de manera impecable. Cuando se encuentran en una subasta, Chen Wan se esconde entre la multitud y saluda con respeto como cualquier otro. Cuando recoge algo que Zhao ha perdido, se lo da a un amigo para que lo entregue por él. Y cuando alguien intenta acercarse a Zhao usándolo como contacto, él se disculpa y aclara: “En realidad, él no me conoce…” De verdad creía que era así. Hasta que, en un crucero, Zhao lo mira fijamente mientras muerde un cigarrillo y, con voz baja y tranquila, le dice: —Chen Wan, no traje encendedor. Aparentemente, es el shou quien es mimado por el gong, pero en realidad es el gong quien, sin decir una palabra, orquesta todo para obligarlo a perseguirlo. Tensión emocional entre adultos, con juegos sutiles, tiras y aflojes, corrientes profundas de deseo no dicho. Entre los dos, hay más de ochocientos trucos emocionales y mentales.